Bienvenidos!!! soy Constanza tengo 26 años, este año fui mama de Santiago, como lo desee desde antes de estar embarazada pari en casa. Fue la experiencia mas transformadora de mi historia. Desde alli todo en mi vida tiene otro sentido, disfrutar cada segundo de la hermosa vida que tengo junto a mi pequeña familia.
La idea de este blog surge de la busqueda incansable sobre crianza natural y todo lo relacionado, sin dejar por supuesto de lado el maravilloso instinto materno que me surge de lo mas profundo mi ser.
La invitación es a refleccionar sobre la crianza de nuestros peques que constantemente y sin pausa crecen y se desarrollan siguiendonos a cada paso.
Una ves mas les doy la bienvenida y los invito a disfrutar de la bella vida que a cada instante se nos ofrece. Cariños.

viernes, 1 de abril de 2011

Obediencia o sentido común

Tenemos muy arraigado el concepto de obediencia, porque casi todos quienes somos adultos hoy, hemos sido criados en base al sometimiento a los deseos o necesidades de alguien más poderoso. El más débil obedece al más fuerte que emite órdenes sobre cómo vivir, comportarse, comer, dormir o relacionarse. Si hemos obedecido como corresponde a los mandatos de otros individuos -generalmente nuestros padres- es posible que nos hayamos acomodado desde muy pequeños a sus necesidades o su moral y por lo tanto hemos obtenido beneficios. El más importante es haber sido aceptados. Hasta ahí, las cuentas dan bien. Sin embargo, hay algo sutil que sucede mientras somos niños, que es imperceptible pero opera a cada instante, que es la pérdida de nuestro pulso básico mientras hacemos grandes esfuerzos para adaptarnos a la modalidad de los mayores. Se desvanece esa voz interior que nos guía y que nos hace únicos. Extraviamos la autenticidad para situarnos en este mundo, en armonía con “eso que somos”. Y así perdemos sin darnos cuenta, el sentido común, que en nuestra sociedad es el menos común de los sentidos. Nos quedamos sin esa brújula interna que nos alumbra para indicarnos lo que nos compete y lo que no, lo que nos hace bien o nos hace mal, lo que encaja con nuestra personalidad o lo que nos lastima. Después de años de esfuerzos para acomodarnos a aquello que les conviene a los demás, hemos dejado de ser convenientes para nosotros mismos. Entonces estamos en peligro. En primer lugar, porque nuestros padres -mientras no sean molestados- no registran que haya algún problema. En segundo lugar, porque el rencor, la soledad, la rabia y el desamor crecerán en nuestro interior, y alguna vez ese cúmulo de sensaciones negativas, explotarán. Desde el punto de vista de los adultos, imponemos a nuestros hijos obediencias desmedidas y alejadas del ser esencial de cada uno de ellos, perpetuando un desastre espiritual colectivo. Tengamos la humildad de no pretender que nadie nos obedezca. El único que debe ser obedecido, es el corazón.

Laura Gutman.

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