Bienvenidos!!! soy Constanza tengo 26 años, este año fui mama de Santiago, como lo desee desde antes de estar embarazada pari en casa. Fue la experiencia mas transformadora de mi historia. Desde alli todo en mi vida tiene otro sentido, disfrutar cada segundo de la hermosa vida que tengo junto a mi pequeña familia.
La idea de este blog surge de la busqueda incansable sobre crianza natural y todo lo relacionado, sin dejar por supuesto de lado el maravilloso instinto materno que me surge de lo mas profundo mi ser.
La invitación es a refleccionar sobre la crianza de nuestros peques que constantemente y sin pausa crecen y se desarrollan siguiendonos a cada paso.
Una ves mas les doy la bienvenida y los invito a disfrutar de la bella vida que a cada instante se nos ofrece. Cariños.

lunes, 4 de enero de 2010

Honremos a nuestros hijos

No hay nada más sagrado que un niño pequeño. Nada más puro, más hermoso y más frágil que un niño pequeño. Por lo tanto, no solo nos corresponde adorarlos, sino cuidarlos como un fino cristal, porque de lo contrario, se rompen para siempre. ¿Qué hacemos frente a una joya única que nos han dado para custodiar? La envolvemos en un manto de terciopelo. Luego la adornamos con cintas de oro. Vigilamos que nadie se acerque. Velamos que no sea manoseada. La acariciamos suavemente para que brille cada día más. La resguardamos de vientos y mareas. La protegemos de violencias humanas. Y en el momento adecuado, la volvemos a entregar al camino. El valor de la alhaja es incalculable y cualquier rasguño que sufra, será nuestra responsabilidad. Solo deteniéndonos a observar la belleza infinita que emana de su luz, podemos vislumbrar el tesoro que llevamos en nuestras manos. Así son nuestros hijos, así de bellos, de luminosos y resplandecientes. Los niños merecen recibir desde el instante en que nacen, nuestro respeto genuino, complaciente y cotidiano. Cosa poco habitual. Quizás por eso sea ésta la más atroz contradicción de nuestra moderna sociedad: No honrar lo más bello y puro que tenemos, se convierte en una masacre colectiva. Por eso, hagamos unos minutos de silencio. Observemos a los niños. Ofrezcámosles nuestras mejores sonrisas, si no tenemos nada más para brindar. Acariciémoslos. Respetémosles el sueño, la vigilia, el hambre, el juego, el ritmo, el contacto, la curiosidad y el derecho a la verdad. Rindámonos ante ellos, tomando en serio cada pedido. Tratemos sus cuerpos con dulzura y dedicación. No los contaminemos con palabras furiosas. Recordemos que en los niños vibra el alma de la excelencia.

Laura Gutman