Bienvenidos!!! soy Constanza tengo 26 años, este año fui mama de Santiago, como lo desee desde antes de estar embarazada pari en casa. Fue la experiencia mas transformadora de mi historia. Desde alli todo en mi vida tiene otro sentido, disfrutar cada segundo de la hermosa vida que tengo junto a mi pequeña familia.
La idea de este blog surge de la busqueda incansable sobre crianza natural y todo lo relacionado, sin dejar por supuesto de lado el maravilloso instinto materno que me surge de lo mas profundo mi ser.
La invitación es a refleccionar sobre la crianza de nuestros peques que constantemente y sin pausa crecen y se desarrollan siguiendonos a cada paso.
Una ves mas les doy la bienvenida y los invito a disfrutar de la bella vida que a cada instante se nos ofrece. Cariños.

sábado, 28 de noviembre de 2009

La vitamina D

La vitamina D se necesita para la absorción de calcio y un adecuado crecimiento óseo. El ser humano principalmente la sintetiza por sí mismo, pero para ello necesita la luz solar (mejor dicho, los rayos ultravioleta B). También puede obtenerse de la dieta o a través de complementos vitamínicos. En este sentido, alimentos como el salmón o la yema de huevo son ricos en vitamina D. Incluso es habitual enriquecer determinados alimentos, como la leche de vaca, con esta vitamina.

La razón primordial por la que la vitamina D se receta a los lactantes es el riesgo de raquitismo. Esta enfermedad se caracteriza por problemas en el desarrollo óseo, huesos débiles y piernas arqueadas. La causa una deficiencia de vitamina D, cuyos otros efectos pueden ser fibrosis quística, disfunciones metabólicas y la enfermedad celíaca.

Es cierto que la leche materna contiene poca vitamina D, pero esta es la cantidad que un lactante necesita. Únicamente en el caso de que un bebé nunca vaya a exponerse a la luz solar (por algún extraño motivo) o sea de raza negra y viva en un país con una baja radiación solar, se recomienda la administración de suplementos vitamínicos.

Para que el lector se haga una idea, bastan 5 minutos al día de sol de un bebé en pañales (o 20 minutos si está totalmente vestido) para generar la dosis diaria recomendada de vitamina D. Y no será por falta de sol en este país.

También es posible aumentar la cantidad de vitamina D de la leche materna. Algunos estudios científicos han demostrado que hay una relación directa entre las reservas de vitamina D de la madre y las de su bebé. Para incrementar esta reserva, se recomienda comer alimentos ricos en esta vitamina, como salmón y huevos, o simplemente tomar el sol más a menudo (sin pasarse, claro). El salmón es además muy rico en DHA, un ácido graso excelente para el desarrollo del cerebro y la vista, y que está ausente en prácticamente todas las leches artificiales.

La poca cantidad de vitamina D de la leche materna ha servido de "excusa" a algunos para poner reparos a las excelencias de la leche materna, y querer hacer negocio con la venta de suplementos a todas luces innecesarios. Esta recomendación de dar vitamina D a los lactantes por sistema puede resultar incluso peligrosa, ya que un exceso de calcio en el bebé puede conducir a daños cerebrales y renales, letargia, pancreatitis, arritmias cardíacas e incluso coma.

Fuente: http://www.crianzanatural.com/art/art63.html

viernes, 27 de noviembre de 2009

Colecho o cama familiar


Como colecho se 

entiende

dormir con tus hijos. 


Se puede hacer desde dormir en la misma cama, como tener una cuna especialmente diseñada para ir adosada a la cama familiar, o bien usar una cuna convencional sin uno de los lados y adosarla a la cama donde duermen los padres. Muchas veces, en lugar de una cuna se pone otra cama individual adosada a la cama mayor.

Las ventajas del colecho son muchas y variadas. Pero el problema es que en casi cualquier libro o artículo sobre el tema de sueño infantil, se desaconseja que los niños duerman con sus padres. ¿ Porqué ? Una de las causas es el peligro de ahogar o aplastarles mientras se está dormido. El peligro no es ninguna nimiedad, pero de la misma manera que difícilmente caemos de la cama, es poco probable que acabemos encima de nuestro hijo. Hasta los más acérrimos defensores del colecho desaconsejan practicarlo cuando se está muy cansado, se ha tomado drogas (fumar incluido) o bebido alcohol, o se está muy obeso. Simplemente, son factores de riesgo que aumentan la posibilidad de tal peligro, pero fuera de esos casos, no hay mayor alarma que la de poder caer de la cama mientras dormimos. De hecho, es mucho más peligroso dormirse en un sofá con el bebé en el regazo que compartir cama con él. Se tiene que tener cuidado de que el bebé no pueda quedar atrapado entre la pared y el colchón o entre dos colchones. Dos detalles más : cuando el bebé es muy pequeño, la madre tiene una especial conexión con él, pero el padre suele tardar algunos meses en darse cuenta de su pequeña presencia, así que se recomienda que el bebé no se sitúe entre la madre y el padre sino entre la madre y el final de la cama. Además, están contraindicadas camas de agua o superficies muy mullidas, así como almohadas que pudieran sofocar al bebé.

Aún y así, ¿ porqué esta popular creencia de que dormir con los bebés es malo ? Desde más allá incluso de la Edad Media, en muchos casos nacían más hijos de los que se podía alimentar. Entonces, ocurría que "por accidente", empezaron a morir muchos lactantes "fortuitamente" aplastados por sus progenitores. La Iglesia tomó cartas en el asunto y prohibieron que los hijos durmieran con sus padres para evitar más infanticidios por este método.

La raza humana, durante toda nuestra historia desde que éramos unos primates que vivíamos en cuevas, ha practicado el colecho. Es solamente en los últimos 150 años, con la llegada de casas con varias habitaciones, que se separa a los bebés para que duerman lejos de sus padres. Durante cientos de años, las madres amamantaban a sus bebés durante la noche, casi sin despertarse. Los bebés recibían protección, afirmación emocional, "lecciones de como respirar", calor y leche materna. Si el bebé tiene alguna dificultad, si vomita, o tiene frío, los padres están a su lado para socorrerle. De hecho, si la temperatura corporal del bebé sube demasiado, la de la madre baja para compensarlo. La proximidad con su madre estimula la lactancia materna. Los niños que duermen con sus padres amamantan más a menudo que los que duermen en otra habitación (casi el doble y durante casi 3 veces más tiempo). Esto hace que tengan un ritmo de sueño distinto. Su fase profunda de sueño es mucho menor, con lo que el riesgo de la muerte súbita (que se supone ocurre en esta fase) es más bajo. Además, el desarrollo neuronal ocurre en su máximo esplendor en la fase de sueño menos profunda, con lo que al practicar colecho, no sólo se le da más leche materna, que es ideal para su protección fisiológica, sino que se está potenciando su desarrollo mental.

En países como en Japón, donde el colecho es la norma, el índice de muerte súbita del lactante es uno de los más bajos del mundo.

Los niños que duermen al lado de su madre lloran mucho menos frecuentemente y están menos tiempo despiertos. La madre, muchas veces, se da cuenta de las necesidades de su bebé pocos segundos antes de que él las solicite, con lo que se evitan muchos lloros. La comodidad de no tener que levantarse de la cama, sobre todo en época de frío, hace que la madre y el bebé normalmente vuelvan a dormirse casi enseguida. De hecho, muchas veces la madre no sabe exactamente cuantas veces se ha despertado, porque en realidad ¡ no se ha llegado a despertar del todo !

Fuente: http://www.crianzanatural.com/art/art1.html

Consejos para un colecho seguro

Aquí tienes algunas recomendaciones básicas para practicar un colecho seguro:

  • Los bebés deben dormir en superficies firmes, limpias, en ausencia de humo, sin almohada ni ningún muñeco que pueda asfixiarle.
  • Siempre debes poner a dormir al bebé sobre su espalda. Nunca boca a bajo ni de lado.
  • El bebé no debe dormir nunca sobre una almohada o una tela de oveja mullida.
  • Los colchones de agua están contraindicados por ser poco firmes.
  • El colchón debe estar bien encajado dentro de la cuna o tocando a la pared sin ningún espacio donde el bebé pueda quedar atrapado y asfixiarse.
  • Los bebés no deben dormir nunca en sillones o sofás y mucho menos en el regazo de algún adulto.
  • Nunca debes cubrir la cabeza del bebé con nada que pueda dificultar su respiración.
  • Evita abrigar demasiado al bebé y tener la habitación demasiado caliente.
  • Si se comparte la cama con el bebé, ambos padres deben estar de acuerdo con esta decisión. Los dos deben ser igualmente responsables de la presencia del bebé y considerarse como el ser humano en cuyas manos está la vida del bebé.
  • Es preferible que el bebé duerma al principio entre la pared, o la cuna adosada o unos barrotes seguros, y la madre, en lugar de entre el padre y la madre. Al cabo de las primeras semanas, el padre ya es sensible a la presencia del bebé y puede dormir entre los dos.
  • Los padres deben dejar de fumar, ambos. Incluso el fumar durante el embarazo incrementa el riesgo de muerte súbita. Si no os es posible dejar de fumar, evitad compartir la cama al menos durante las primeras 14 semanas de vida del bebé.
  • Los bebés menores de un año no deberían compartir la cama con otros hermanos pequeños, porque no son suficientemente conscientes de su presencia cuando duermen. Aun así, una persona adulta puede hacerse cargo de ambos.
  • Las personas que tomen drogas, pastillas para dormir o medicamentos, o estén extremadamente cansadas, pueden tener mermadas sus capacidades de reacción y responsabilidad de cuidar de un bebé en la cama familiar. Evita estas situaciones.
  • Si la madre está extremadamente agotada, puede ser que su sensibilidad no sea la habitual, con lo que la seguridad puede quedar seriamente afectada.
  • Las madres que lleven el pelo largo deberían recogérselo para evitar estrangulamientos fortuitos. También se deben evitar camisones o vestidos con lazos largos que puedan causar el mismo efecto. Los cordones de las cortinas o estores cercanos pueden ser igualmente peligrosos.
  • Las personas muy obesas pueden no darse cuenta de la situación física de su bebé, con lo que es preferible que duerman en superficies separadas.
  • Cuando el bebé ya se mueva por la cama, es conveniente poner barreras alrededor de su zona para evitar que caiga de la cama. El espacio entre la barrera y el colchón debe ser mínimo para que el bebé no quede atrapado y se asfixie.
Fuente: http://www.crianzanatural.com/art/art24.html

La guardería no puede criar saludablemente a un bebé”-Eulàlia Torras para “La Vanguardia”


Soy lo bastante mayor para acumular experiencia y lo bastante joven para seguir aprendiendo. Soy de Barcelona. Soy médica, psiquiatra y psicoanalista. Estoy casada y tengo tres hijos y seis nietos. ¿Política? Favorable a los más necesitados. ¿Dios? Eso son cuestiones privadas
Eulàlia Torras de Beà, psicoanalista y psiquiatra infantil

¿Qué tiene de malo una guardería? Es algo que necesitan los padres…, pero no es lo que necesita un bebé

¿Y qué necesita un bebé? La cercanía cálida, constante y segura de sus amorosos padres.

Pero si los padres no pueden… Dejan a sus bebés cada vez más tempranamente en guarderías, sin calibrar las consecuencias…

¿A qué edad entran los bebés en guarderías? ¡Con cuatro meses! Algo impensable hace 40 años…

¿Y qué consecuencias tiene esto?

Mala crianza. Asumimos como normal que nuestros bebés enfermen, ¡y no lo es!

¿Enferman por culpa de la guardería?

Multiplica las posibilidades de enfermar: el bebé está más expuesto a gérmenes… y, sobre todo, más propenso a toda afección.

¿La guardería acentúa la propensión a enfermar del bebé? Sí. El propio hogar, los brazos de mamá y papá, un círculo reducido de personas… ¡eso es lo que fortalece emocional, cognitiva y físicamente al bebé! La guardería, en cambio, puede comprometer su desarrollo.

¿Tanto como eso?

El ingreso en la guardería lo hace retroceder temporalmente en competencias que está adquiriendo, como hablar, caminar…

¿Por qué?

Un entorno estable proporciona seguridad al bebé, seguridad que lo anima a explorar: así madura bien. Alterar su entorno le resta seguridad, lo que frena su desarrollo.

¿No está dramatizando, doctora?

Lo confirman los últimos hallazgos en neurociencias y psicología evolutiva.

¿Me los resume?

De los cero a los dos años, cuando más plástico es el cerebro, las neuronas del bebé se desarrollan según la calidad de los estímulos que recibe por interacción con las personas centrales de su mundo: abrazos, achuchones, caricias, risas, balanceos, movimientos, sonidos, voces, cantos, palabras, mimos, cariños, músicas, olores, colores, sabores…

¿Y besos?

Y besos. Todo eso sofistica y enriquece su sistema neural y nervioso, el sistema desde el que establece su relación emocional y cognitiva con el mundo y consigo mismo.

¿La guardería no da esos estímulos?

Imposible en grado óptimo, improbable en el necesario, difícilmente con la intensidad y calidad de unos papás atentos y amorosos.

Ya no existen a tiempo completo.

Y quizá por eso llegan cada día a las consultas más psicopatologías en niños cada vez menores… ¡España es ahora el tercer país que más psicofármacos receta a menores! Cortamos síntomas sin analizar causas.

También padecemos en España un elevado fracaso escolar.

Tampoco analizamos causas, preferimos castigar o etiquetar: “trastorno por déficit de atención e hiperactividad”, y medicar.

Ir pronto a la guardería ¿no garantiza una mejor escolaridad ulterior?

No. Hay que escolarizar al niño justo cuando empieza a quedársele pequeño su hogar.

¿Y a qué edad sucede eso?

No antes de los tres años.

¿Tan tarde?

En Finlandia los padres no están obligados a escolarizar a sus hijos ¡hasta los siete años! Y Finlandia es el país con menos fracaso escolar de Europa, vea el informe PISA.

Seguro que concurren otros factores… El principal es que el Estado sufraga durante el primer año a los padres. Y luego permite horarios laborales intensivos o reducidos. Así, ¡los padres pueden criar a sus hijos! Y un niño bien criado en casa llegará a la escuela muy estimulado, con ganas de descubrir. Y aprenderá más y mejor.

O sea, que deberíamos mimar al bebé. Atender sus necesidades de hambre, sueño y – sobre todo-cariño. No es sobreprotegerlo, ¡es protegerlo de lo que vendrá! Porque el niño así criado gozará de estabilidad emocional, autoestima y coherencia: estará bien preparado para los reveses que vendrán.

¿Y no será así si se ha criado con mucha guardería o en un orfanato?

La pobreza de estímulos empobrece su desarrollo: serán niños poco orientados, intemperantes y más agresivos, más vulnerables a la frustración, más depresivos…

Diga algo bueno de las guarderías.

Muchas tienen excelentes cuidadoras, pero repartirse entre tantos niños imposibilita la calidad de la atención personalizada.

Mejor una guardería que algún hogar. Ante un hogar con abandono, conflicto permanente y agresividad crónica, ¡mejor una guardería, sí! La guardería es útil en ciertos casos y momentos, pero no es la opción principal para criar saludablemente a un bebé.

Envíe un mensaje a los padres.

Uno de la doctora Julia Corominas: “Dedicar tiempo a los hijos de pequeños os ahorrará mucho tiempo cuando sean mayores”. Ahorro en salud física, mental y emocional.

¿Qué haría si mandase en España?

En vez del populismo político de inaugurar guarderías, subvencionaría a los padres para que dedicasen tiempo a criar a sus hijos hasta los tres años: ¡eso sí sería progresista!

En algo sí habremos progresado en los últimos 40 años..

Sí: en conocimiento. Sabemos cómo optimizar el desarrollo de los niños. ¿Por qué no lo   aplicamos? ¿Queremos su felicidad futura?

 Fuente: http://mimosytta.wordpress.com/2009/...la-vanguardia/

jueves, 26 de noviembre de 2009








Mamas por favor estemos atentas a este tipo de información. Entre nosotras podemos ayudarnos a saber que le damos a nuestros niños. Pensemos en sus futuros y su calidad de vida. Hagamos lo imposible para dar de mamar a nuestros bebes el mayor tiempo posible. Los beneficios que la leche materna les otorga son para el corto y el largo plazo, pero solo podemos dárselos en la primera infancia y un poco mas. Tiempo en el que nos necesitan y que no recuperaremos mas si lo dejamos pasar. Tomemos conciencia de este preciado TESORO que podemos darle a nuestro bebes: LA LECHE MATERNA.

Los bebés aprenden a moverse solos

Por Cecilia Galli Guevara

Es muy común que ayudemos a nuestros pequeños a moverse y que les enseñemos a sentarse y a caminar. Pero ¿es beneficioso para ellos? Luego de años de estudios, la especialista Emmi Picker concluyó que el desarrollo motor surge de manera espontánea y que las enseñanzas de los grandes pueden no ser lo mejor para los chicos.

No es poco común que, cuando nace un niño, sus padres, aunque disfrutemos plenamente de cada etapa, imaginemos con ilusión el próximo paso del bebé: cuando sostenga la cabeza, cuando se siente, cuando camine… Y también es muy corriente que “ayudemos” a nuestra cría a hacer movimientos que, por su edad, todavía no puede realizar. Así, por ejemplo, los sentamos protegidos y hasta sostenidos por almohadones para que no puedan caerse, porque todavía no pueden mantenerse erguidos. O, con pocos meses de vida, los ponemos de pie pensando que ellos lo piden, malinterpretando una necesidad del niño de ser llevado en posición vertical para observar el mundo desde esa perspectiva. Pero puede ser que –como observó la pediatra Emmi Pikler en el hogar para niños que dirigió en Budapest– esta intervención no sea necesaria, y que por el contrario sea perjudicial.

Emmi Pikler (1902-1984) fue una importante pediatra húngara que dirigió el Instituto metodológico de educación y cuidados de la primera infancia de Budapest (conocido como Instituto Lóczy, hoy llamado Instituto Pikler), fundado para bebés que necesitaban cuidados prolongados lejos de sus familias. Creó un sistema educativo basado en el respeto al niño, en el que el adulto adopta una actitud no intervencionista que favorece el desarrollo.

Pikler estaba convencida de que el desarrollo motor es espontáneo; y aseguraba que, si se les proporcionan ciertas condiciones, los niños alcanzan por sí mismos un desarrollo motor adecuado. El adulto no “enseña” movimientos ni ayuda a realizarlos, y los niños se mueven y se desarrollan regidos por su propia iniciativa. Por otro lado, no se le impide al niño la realización de ningún movimiento, por lo que en este sentido es completamente libre: si un niño que camina quiere reptar y rodar, no hay nada de malo en eso.

¿Pero no es bueno que los adultos “ayudemos” a nuestros niños y les “enseñemos” a realizar los movimientos? A esta pregunta Emmi Pikler respondía que “ayudar” a los niños cuando ellos no están listos para realizar ciertos movimientos por sí mismos es perjudicial. Y explicaba que muchas veces el adulto actúa motivado por la costumbre: estamos habituados a hacerlo, y eso nos resulta habitual. Pero que exista el hábito no significa que sea beneficioso.

En su libro Moverse en libertad, la pediatra observa varios inconvenientes de esta ayuda modificadora del adulto:

Primero, al poner al niño en una postura que no podría adoptar por sí mismo lo obligamos a estar inmóvil: el niño no puede salir de esa posición. Si, por ejemplo, echamos boca abajo a un bebé pequeño, en contraposición con dejarlo boca arriba, donde puede moverse, tomar sus pies, mirar para los costados, estamos frenando su capacidad de movimiento.
En segundo lugar, las posiciones en las que ponemos a los niños no son normales para él o ella; como consecuencia, la postura de los músculos no es natural, es forzada, y los músculos quedan tensos o con malas posiciones.
Por último, el niño que hemos puesto en una posición a la que no puede llegar solo queda condenado a depender del adulto para cambiar de postura. Estaremos fomentando su dependencia del adulto y frenando su desarrollo autónomo.
Además, con intervención del adulto, el niño pierde etapas intermedias de su desarrollo motor, como el reptar (muchas veces cuando un niño que está sentado decide deslizarse para reptar, sus cuidadores lo levantan y vuelven a sentarlo, inhibiendo su voluntad y ejerciendo una prohibición sobre el movimiento) o el gatear, etapas que son necesarias antes de adoptar posturas nuevas y de conquistar destrezas más avanzadas.

Para permitirles libertad de movimiento a los niños, dice Emmi Pikler, es importante que ellos tengan espacio suficiente para moverse y ropa que les permita mover sus miembros cómodamente. El espacio para los niños debe además ser seguro y estar adaptado a ellos. Y si bien el adulto está siempre junto al niño y lo incentiva a desarrollarse, no debería ofrecerle su ayuda en lo que a movimientos respecta: no se lo sienta, no se lo pone de pie, no se le ofrece un dedo para que pueda sostenerse ni se lo “tienta” con juguetes para que avance. La autora aclara que la no intervención del adulto no se debe a una falta de interés en el niño; por el contrario, los adultos festejan con regocijo el adelanto del niño, como lo harían si ellos hubieran intervenido en el desarrollo de manera activa. Por último, el adulto debe mantener con el niño una relación paciente y respetuosa.

Pikler observa que los niños que aprenden los nuevos movimientos por sí mismos tienen mejor equilibrio, mayor coordinación, mayor seguridad en sus actividades y por eso son menos propensos a sufrir accidentes. Además, vivencian más “a fondo” el proceso de aprendizaje y tienen mayor seguridad en sí mismos. Sus estudios concluyen que las enseñanzas y la ayuda del adulto no es condición necesaria para el desarrollo motor del niño, y que además pueden perjudicarlo al ponerlo en situaciones para las que no están maduros todavía.

Por último, la pregunta obligada: ¿quiénes progresan más rápido? ¿Los niños de Lóczy o los educados según métodos tradicionales? Las anotaciones de Emmi Piker lo develan: luego de comparar sus estudios con seis tablas confeccionadas por especialistas, la pediatra observa que las edades son inferiores en el caso de sus pupilos por lo general progresaban más rápido. Sólo nota atrasos en dos etapas: volverse de la posición ventral a la dorsal y ponerse de pie. La causa del retraso del primer movimiento la atribuye a las circunstancias dadas en su instituto: “el niño sólo realiza este movimiento tras haber aprendido a volverse de la posición dorsal a la ventral”, dice. Y continúa: “El retraso referente a la posición de pie es probablemente debido a una mayor libertad de movimientos, al gran espacio de que dispone para desplazarse reptando (…). El niño que pasa poco tiempo en la cuna aspira más tardíamente a la posición vertical”.

Es probable que si estamos acostumbrados a ayudar a nuestros hijos en sus movimientos, nos resulte difícil no precipitarnos a intervenir en su desarrollo motor: uno, como padre, quiere lo mejor para sus bebés; y que aprendan a moverse rápidamente y sin contratiempos puede parecernos parte de ese “darle lo mejor”. Pero informarnos sobre distintas corrientes y estudios referentes a su desarrollo, y considerar darles una oportunidad, puede ser beneficioso para ellos y, como consecuencia, también para nosotros.

Etapas principales del desarrollo motor

Las principales etapas del desarrollo motor, según las describió Emmi Pikler, son las siguientes:

En un principio, el niño está echado boca arriba y sus movimientos van haciéndose cada vez más vigorosos.
Luego sube un hombro, levanta la pelvis, gira el tronco y se pone de costado.
Más tarde aprende a girar para quedar boca abajo. En esta posición puede levantar la cabeza por un tiempo prolongado.
Se sostiene con los brazos y más adelante sobre los cuatro miembros. Puede desplazarse rodando y reptando. Por último, aprende a gatear.
Es capaz de adoptar una posición semisentado, con una mano apoyada en el suelo. Luego puede mantenerse sentado.
Se pone de rodillas con el tronco erguido y luego comienza a ponerse de pie sosteniéndose con algún objeto.
Por último, puede permanecer de pie sin sostén, para finalmente aprender a caminar.
Más información

Instituto Pikler: http://www.aipl.org

Fragmentos del libro de Emi Pickler Moverse en libertad, disponibles en Google libros.

Fuente: www.crianzanatural.com/art/art125.html